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Citas bíblicas: DENARIO

Lc. 7, 40 – 43:

“Jesús le respondió: «Simón, tengo algo que decirte.» El dijo: «Di, maestro.»

Un acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios y el otro cincuenta.

Como no tenían para pagarle, perdonó a los dos. ¿Quién de ellos le amará más?»

Respondió Simón: «Supongo que aquel a quien perdonó más.» El le dijo: «Has juzgado bien»”

Lc. 10, 33 – 35:

“Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le  llevó a una posada y cuidó de él.

Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: “Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva.”

 

Mt. 18, 23 – 35:

“«Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos.

Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos.

Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase.

Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: “Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré.”

Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda.

Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: “Paga lo que debes.”

Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: “Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré.”

Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía.

Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido.

Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: “Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo  suplicaste.

¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?”

Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía.

Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano.»”

 

Mt. 20, 1 – 16:

“«En efecto, el Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar  obreros para su viña.

Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña.

Salió luego hacia la hora tercia y al ver a otros que estaban en la plaza parados, les dijo: “Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo.”

Y ellos fueron. Volvió a salir a la hora sexta y a la nona e hizo lo mismo.

Todavía salió a eso de la hora undécima y, al encontrar a otros que estaban allí, les dice: “¿Por qué estáis aquí todo el día parados?”

Dícenle: “Es que nadie nos ha contratado.” Díceles: “Id también vosotros a la viña.”

Al atardecer, dice el dueño de la viña a su administrador: “Llama a los obreros y págales el jornal, empezando  por los últimos hasta los primeros.”

Vinieron, pues, los de la hora undécima y cobraron un denario cada uno.

Al venir los primeros pensaron que cobrarían más, pero ellos también cobraron un denario cada uno.

Y al cobrarlo, murmuraban contra el propietario, diciendo: “Estos últimos no han trabajado más que una hora, y les pagas como a nosotros, que hemos aguantado el  peso del día y el calor.”

Pero él contestó a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en un denario?

Pues toma lo tuyo y vete. Por mi parte, quiero dar a este último lo mismo que a ti.

¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?”.

Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos.»”

 

Ap. 6, 1 – 6:

“Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer Viviente que decía: «Ven». Miré entonces y había un caballo negro; el que lo montaba tenía en la mano una balanza, y oí como una voz en medio de los cuatro Vivientes que decía: «Un litro de trigo por denario, tres litros de cebada por un denario. Pero no causes daño al aceite y al vino.»”

 

Jn. 12, 3 – 8:

“Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó del olor del perfume.

Dice Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de entregar:

«¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?»

Pero no decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba  lo que echaban en ella.

Jesús dijo: «Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura.

Porque pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre tendréis.»”

 

Mc.14, 3 – 7:

“Estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, recostado a la mesa, vino una mujer que traía un frasco de  alabastro con perfume puro de nardo, de mucho precio; quebró el frasco y lo derramó sobre su cabeza.

Había algunos que se decían entre sí indignados: «¿Para qué este despilfarro de perfume?

Se podía haber vendido este perfume por más de trescientos denarios y habérselo dado a los pobres.» Y refunfuñaban contra ella.

Mas Jesús dijo: «Dejadla. ¿Por qué la molestáis? Ha hecho una obra buena en mí.

Porque pobres tendréis siempre con vosotros y podréis hacerles bien cuando queráis; pero a mí no me tendréis siempre.”

 

Mt. 22, 15 – 22:

“Entonces los fariseos se fueron y celebraron consejo sobre la forma de sorprenderle en alguna palabra.

Y le envían sus discípulos, junto con los herodianos, a decirle: «Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas  el camino de Dios con franqueza y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas.

Dinos, pues, qué te parece, ¿es lícito pagar tributo al César o no?»

Mas Jesús, conociendo su malicia, dijo: «Hipócritas, ¿por qué me tentáis?

Mostradme la moneda del tributo.» Ellos le presentaron un denario.

Y les dice: «¿De quién es esta imagen y la inscripción?»

Dícenle: «Del César.» Entonces les dice: «Pues lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios.»

Al oír esto, quedaron maravillados, y dejándole, se fueron.”

 

Lc. 20, 21 – 26:

“Y le preguntaron: «Maestro, sabemos que hablas y enseñas con rectitud, y que no tienes en cuenta la condición de las personas, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios:

¿Nos es lícito pagar tributo al César o no?»

Pero él, habiendo conocido su astucia, les dijo:

«Mostradme un denario. ¿De quién lleva la imagen y la inscripción?» Ellos dijeron: «Del César.»

El les dijo: «Pues bien, lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios.»

No pudieron sorprenderle en ninguna palabra ante el pueblo y, maravillados por su respuesta, se callaron.”

 

Mc. 12, 14 – 17:

“Vienen y le dicen: «Maestro, sabemos que eres veraz y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios: ¿Es lícito pagar tributo al César o no? ¿Pagamos o dejamos de pagar?»

Mas él, dándose cuenta de su hipocresía, les dijo: «¿Por qué me tentáis? Traedme un denario, que lo vea.»

Se lo trajeron y les dice: «¿De quién es esta imagen y la inscripción?» Ellos le dijeron: «Del César.»

Jesús les dijo: «Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios.» Y se maravillaban de él.”

 

Mc. 6, 32 – 44:

“Y se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario.

Pero les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta; y fueron allá corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos.

Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.

Era ya una hora muy avanzada cuando se le acercaron sus discípulos y le dijeron: «El lugar está deshabitado y ya es hora avanzada.

Despídelos para que vayan a las aldeas y pueblos del contorno a comprarse de comer.»

El les contestó: «Dadles vosotros de comer.» Ellos le dicen: «¿Vamos nosotros a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?»

El les dice: «¿Cuántos panes tenéis? Id a ver.» Después de haberse cerciorado, le dicen: «Cinco, y dos peces.»

Entonces les mandó que se acomodaran todos por grupos sobre la verde hierba.

Y se acomodaron por grupos de cien y de cincuenta.

Y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes  y los iba dando a los discípulos para que se los fueran sirviendo. También repartió entre todos los dos peces.

Comieron todos y se saciaron.

Y recogieron las sobras, doce canastos llenos y también lo de los peces.

Los que comieron los panes fueron 5.000 hombres.”

 

Jn. 6, 5 – 11:

“Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha gente, dice a Felipe: «¿Donde vamos a comprar panes para  que coman éstos?»

Se lo decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer.

Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco.»

Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro:

«Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?»

Dijo Jesús: «Haced que se recueste la gente.» Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres  en número de unos 5.000.

Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo  los peces, todo lo que quisieron.”

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