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Partos en Judea

Flavio Josefo. Antiguedades de los Judíos. Libro XIV. Capítulo XV. 1 – 2

1. Herodes, habiendo navegado de Italia a Ptolemáis, reunió un ejército considerable formado en parte con hombres de su nación y en parte con mercenarios; a través de Galilea, se dirigió contra Antígono. Lo ayudaban Silo y Ventidio, persuadidos por Delio, enviado por Antonio, de que prestaran ayuda a Herodes. Ventidio estaba ocupado en aquietar a las ciudades conturbadas por los partos; pero Silo permanecía en Judea, corrompido por el dinero que recibiera de Antígono. En cuanto a Herodes, a medida que avanzaba, aumentaban sus fuerzas; toda Galilea, con escasas excepciones, estaba en su favor.

Jope le impidió avanzar hacia Masada, donde tenía que salvar a sus parientes, sitiados en aquella fortaleza, porque era una ciudad enemiga. Tuvo que tomarla, para no dejar un lugar fortificado a sus espaldas cuando atacara a Jerusalén. Entonces Silo aprovechó la oportunidad para alejarse, y mientras lo perseguían los judíos, Herodes salió a ayudarlo con exiguas tropas y habiendo derrotado a los judíos, salvó a Silo, que apenas se defendía.

Después de apoderarse de Jope, se apresuró a librar a los suyos que se encontraban en Masada. De los nativos que se le unieron algunos lo hicieron por la amistad que tenían con su padre, otros por su gloria, otros por los beneficios recibidos de ambos, su padre y él, y muchos por la esperanza de que sería rey.

2. Reunió fuerzas considerables. Antígono ocupó los lugares estratégicos y lo hostigó con emboscadas; pero todo esto apenas si causó perjuicio alguno al enemigo. Herodes, una vez que libró a los suyos en Masada, y capturó la fortaleza de Tresa, se dirigió hacia Jerusalén, siguiéndole los ejércitos de Silo y mucha gente de Jerusalén impresionada por su poderío.

Dispuso su campamento en la parte oeste de la ciudad, pero los soldados apostados de guardia tiraban flechas y dardos sobre sus hombres; algunos hicieron salidas y atacaron sus avanzadas. Herodes ordenó que se proclamara junto a las murallas, que su propósito era el bien del pueblo y la seguridad de la ciudad; que no se vengaría de sus enemigos declarados, sino que se olvidaría de las ofensas que se le habían inferido.

Antígono, en respuesta, manifestó a Silo y al ejército romano, que obrarían contra la justicia, si dieran el reino a Herodes, simple particular e idumeo, esto es medio judío, debiendo en cambio entregarlo a hombres de estirpe real, de acuerdo con sus costumbres.

Que si lograban imponerse y determinaran quitarle el reino, por haberlo recibido de los partos, había muchos de su estirpe que lo podían suceder en el trono, los cuales nada habían hecho contra los romanos, y además eran sacerdotes y tomarían a mal el que se los privara de ese honor.

Tales eran las discusiones que se pronunciaban de ambas partes. Antígono ordenó a los suyos rechazar a los enemigos. Pero éstos, acribillándolos con flechas y gracias a su acción vigorosa, los obligaron a abandonar las torres.

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